martes, 17 de septiembre de 2013

Henry Ruiz Weisser. Es el gerente general de la Sociedad Industrial Molinera (Simsa)



La Sociedad Industrial Molinera S.A. (Simsa), que elabora los productos Princesa, acaba de cumplir 82 años. La fábrica nació en el barrio Achachicala de La Paz (1931) y fue el segundo molino de harina en
Bolivia, fundado por Simón Francisco Bedoya. La familia Bedoya es la accionista mayoritaria y ahora es el nieto el que dirige la firma. Su gerente general, Henry Ruiz Weisser, dijo que en este momento cuentan con 89 trabajadores. De sus instalaciones sale una variedad de 52 productos alimenticios que se venden en Bolivia y también se exportan a cinco países.

—¿A cuánto asciende su volumen anual de negocios?
Estamos moviendo alrededor de $us 15 millones y crecimos un 17% en el último año. Fuimos líderes en la producción de harina en el occidente del país, pero en 2008 hubo la crisis internacional de los cereales y tuvimos que dedicarnos a otras líneas de negocio, como la avena y los alimentos saludables. El contexto internacional ha favorecido a la industria.

—¿Cómo está el consumo de avena en Bolivia?
El mayor consumidor de avena en Sudamérica es Colombia, con seis kilogramos per capita al año, pero Bolivia no llega ni a los 200 gramos por año.

— ¿Es cierto que están en un proceso de modernización? ¿en qué consiste?
Sí, estamos en un proceso de transición de una empresa molinera a una industria de producción de alimentos saludables.

—¿Cuántos productos elaboran?
Tenemos una cartera de 52 productos. Desde la harina de trigo, integrales, leudantes, de panificación, la denominada ‘4 ceros’, avenas con varios subproductos y también innovamos en avena mujer, que tiene un núcleo vitamínico. Además, lanzamos la Chíavena que ingresó con fuerza en el mercado y de la cual tenemos pedidos de exportación. Nuestra oferta incluye cereales para desayuno.

—¿Qué planes de inversión tienen para este año?
En este momento estamos invirtiendo $us 1 millón porque la máquina para procesar avena quedó muy chica y estábamos trabajando a más del 100% de su capacidad, pero hicimos una serie de mejoras a la planta para duplicar su producción y trabajamos en el montaje.

—¿Están cotizando en la Bolsa Boliviana de Valores?
El objetivo, más adelante, es hacer una nueva capitalización de la empresa porque necesitamos crecer en infraestructura, pero eso dependerá de los accionistas.

— ¿Qué falta todavía por hacer en la empresa?
Poco a poco nos estamos posicionando en la producción de alimentos saludables, pero hay mucho por trabajar; sin embargo, este año estamos empeñados en la certificación ISO 22000 de inocuidad alimentaria, ya tenemos las certificaciones ISO 9000, la ISO 14000 de seguridad y medioambiente y la OSAH 18000 de salud ocupacional. La ISO 22000 es la última tendencia mundial, lo mismo que con nuestro laboratorio, que esperamos acreditar con la ISO 16025, todo ello pensando en el mercado externo.

—¿Qué planes hay en el mercado internacional?
Acabamos de firmar una sociedad con un molino chileno de producción de avena.

—¿Están exportando?
Es una actividad nueva para nosotros porque empezamos hace tres años con hojuela laminada de quinua. Ahora también exportamos quinua con valor agregado y avena, además de productos con chía y cereales para desayuno. Estamos llegando a Haití, Canadá, Estados Unidos, Alemania y Holanda.

—¿Qué hicieron cuando subió el precio de la harina?
En el mercado internacional la tonelada llegó a $us 1.000 y eso hizo que se dispare de precio del quintal, que llegó a Bs 300, entonces el Gobierno decidió traer harina argentina y no podíamos competir.
Si bien con la harina argentina era difícil elaborar el pan de batalla, ellos (los argentinos) empezaron a desarrollar una premezcla especial para marraqueta, lo que nos desplazó del mercado. El problema se agudizó cuando Argentina prohibió exportar trigo y harina y en Bolivia ningún molino tenía trigo, entonces faltó harina en el mercado. 

—¿De qué manera los afecta el contrabando?
Cuando éramos productores en un ciento por ciento de harina nos afectaba mucho debido a que el contrabando representaba un 70% del producto e incidía en el precio. Para nosotros era más barato traer trigo del Golfo de México que de Santa Cruz, pero el negocio se nos cerraba porque el producto ilegal era mucho más barato que el que producíamos. Ahora, con la avena, ingresa de Perú a bajo costo, pero de menor calidad porque está mezclada con cebada.

—Ahora, también es más caro producir con quinua...
Sí, lamentablemente subió mucho en el mercado interno y eso nos quita competitividad con respecto a Perú. La quinua boliviana es de mejor calidad, pero aquí se mantiene la agricultura familiar, tipo ayllu, lo que va en contra nuestra porque los peruanos desarrollan agricultura extensiva y por eso tienen menores precios. En el caso de la chía hay un ‘boom’ mundial, pero en Europa solo cuatro compañías registraron ese producto como ‘novel food’ que es una categoría difícil, entonces ellos venden al por menor y definen el precio en el mercado.

—¿Por qué ha subido el precio de la quinua?
El problema es especulativo. La gente rescata el producto y lo guarda. No sucede como con la soya en Santa Cruz,
que cosechan y venden al por mayor. Aquí el productor cosecha y guarda el producto hasta que necesita dinero, entonces cuando hay fiesta recién vende y el rescatista compra y le sube el precio por de más


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