martes, 20 de mayo de 2014

Para los emergentes, Europa solo es un socio comercial

Trastocada por la globalización, maltratada por la crisis, desorientada por sus ampliaciones sucesivas, la Unión Europea trata de encontrar, o más bien, de recuperar, su papel en el mundo. Pero ante el auge de los países emergentes, en especial los del grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, China y la India), los europeos tienen dificultades para ser reconocidos como una gran potencia económica, política y diplomática.

En la India, por ejemplo, “la Unión Europea sufre de una evidente falta de visibilidad, empezando por la cobertura de los medios”, comenta Shreya Pandey, profesor de la Universidad de Jharkhand que ha dedicado varios trabajos a este tema. Los indios conocen Europa, pero no comprenden lo que es la Unión Europea.

No obstante, la India y la UE tienen muchos puntos en común. Los dos cuentan con 28 estados y casi el mismo número de lenguas oficiales. Pero en general, la Unión Europea es un tema mal identificado cuyos valores fundamentales no han podido ser exportados. Sobre todo porque la democracia, la defensa de las libertades civiles y, sobre todo, el estado asistencial resultaron muy damnificados por la crisis.

“Para muchos de los países emergentes, la Unión Europea no es un modelo”, observa François Heisbourg, especialista en geopolítica, consejero de la Fundación de Investigaciones Estratégicas. “Brasil, por ejemplo, no tiene ninguna lección que recibir. Sí, el Estado sufre de corrupción, pero la democracia y la tolerancia son también valores brasileños”. Por lo demás, en 2011, la presidenta Dilma Rousseff no se privó de sermonear al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, por la política de austeridad impuesta a los países miembros.

La ‘Europa de los veintiocho’, también en crisis de identidad, suscita indiferencia en el mejor de los casos, e irritación en el peor, aunque su territorio seduzca a las nuevas fortunas de los países emergentes.

En Rusia, la élite viaja ahora por todo el mundo y consume en abundancia las residencias de lujo compradas en Londres, en la Costa Brava de España, en la Costa Azul de Francia y en Cerdeña. Para ella, Europa es sinónimo de riqueza, de seguridad y de comodidad.

¿Qué pueden ofrecer?
De hecho, ¿qué tienen los europeos que ofrecer? A la India no pueden ni siquiera prometerle el ansiado asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, ni apoyo ante su hermano enemigo Pakistán, mucho menos ante China, su gran rival en Asia. Por el contrario, la India ha sido muy prudente cuando se trata de apoyar la fuerza marítima desplegada por Europa en el océano Índico para combatir la piratería.

“Los indios todavía no se han dado cuenta del potencial de Europa en numerosos temas”, se lamenta Gulshan Sachdeva, profesor del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Jawaharlal Nehru en Nueva Delhi. “Se resisten a participar en los diálogos organizados por la Unión Europea pues consideran que de ahí no puede salir nada bueno. Así, la India pierde una oportunidad de extender su influencia.”

En un futuro próximo, la India podría redescubrir a Europa no por sus instituciones, sino por sus mercados. En diez años, el comercio entre la India y la Unión Europea se ha multiplicado por cinco, pasando de 11,800 millones de dólares a 50,400 millones en 2012-2013.

De hecho, aunque no muestre un rostro único en la escena diplomática, la Unión Europea pesa en el plano económico. “Si existe un sector en el que esté bien identificada la Unión, ese es la política comercial”, observa Elvire Fabry, del centro de estudios Nuestra Europa - Instituto Jacques Delors.

“La Comisión Europea negocia acuerdos y define reglas del juego dirigiéndose a los mercados asiáticos y latinoamericanos. Ha permitido sostener el desarrollo de la diplomacia comercial de los estados miembro desde la crisis de 2008.” Fabry observa que la Unión Europea ha logrado mantener su participación en el comercio mundial desde 2000 en alrededor de un 16%, mientras que la de Estados Unidos cayó en cinco puntos y la de Japón, en dos.

Brasil ha tomado la medida de ese potencial. Después de años de distanciamiento, con la mirada fija en los decepcionantes resultados económicos de la zona euro, los dirigentes brasileños cambiaron de tono y de enfoque. Desde hace varios meses, Dilma Rousseff, inquieta por el freno económico y el aislamiento de su propio país, ha recentrado su discurso y se ha puesto como una de sus prioridades el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea.

Los chinos también juegan la carta comercial de la construcción europea, como bienvenido contrapeso a Estados Unidos. Consideran a la Unión Europea como una zona favorable de oferta, una caja de herramientas para sus propias reformas y un aparejo que puede manejarse si se sabe manejar. Pekín ha aprendido a hacer malabarismos entre las negociaciones bilaterales –cuando el tema puede irritar o poner en competencia a varios estados– y las instituciones europeas, que tienen competencias exclusivas en dominios de primera importancia como el comercio.

La visita del presidente Xi Jinping a Bruselas, a fines de marzo, es reveladora de ese compromiso. Primer presidente chino que visita las instituciones europeas, Xi Jinping se reunió con Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo; José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea; y con Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, con quien el presidente Barack Obama no quiso entrevistarse cinco días antes.

Al término de esos encuentros, China publicó un documento de orientación de su política europea en los próximos diez años: en él se descubre la profesión de fe de un país que toma nota de la nueva situación mundial, después de la crisis financiera global, y se plantea como igual del gigante europeo