En lo urbano boliviano se incorporan 150 mil personas al mundo laboral, de las cuales, cada año, entre un rango de 28 a 40 mil tienen la suerte de incorporarse formalmente. Son aquellas personas que tienen la ventaja de contar con un salario mensual, tienen derecho a un seguro de salud y tendrán una jubilación.
En términos porcentuales, estos datos indican que el empleo formal que se crea en las áreas urbanas en Bolivia no supera el 26 por ciento del empleo, si consideramos la jubilación y el seguro de salud como requisitos de formalidad. Del sector rural ni hablar, prácticamente todos son trabajadores informales. Ahí no rige ningún salario mínimo.
Tampoco todos los trabajadores urbanos formales tienen derecho a tres salarios de desahucio si son despedidos ni tampoco a la indemnización que implica un sueldo por año. Este privilegio sólo cuenta para quienes están amparados por la Ley General del Trabajo, que no alcanza a los trabajadores del sector público denominados funcionarios.
En Bolivia ser un asalariado es un privilegio. Cuando cada año la Central Obrera Boliviana se enfrenta con el Gobierno de turno para exigir un incremento salarial, cuando sale a las calles a marchar, bloquear y a lanzar sus dinamitas, lucha por los intereses de una minoría, la que es privilegiada. El obrero que trabaja en las minas y en las industrias, los empleados de la educación y de la salud, todos ellos son privilegiados.
Que los salario son bajos, ¡claro que lo son! Es la consecuencia del crónico bajo nivel de producción de bienes y servicios de la economía boliviana, de su insuficiente crecimiento que se traduce en una baja productividad.
"Bolivia no supera el 26 por ciento del empleo, si consideramos la jubilación y el seguro de salud como requisitos de formalidad. Del sector rural ni hablar, prácticamente todos son trabajadores informales. Ahí no rige salario mínimo"
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