Entre los meses de enero a julio de este año, la economía de Bolivia ha mostrado un crecimiento de un 6,6% con respecto al mismo periodo del año anterior, según el INE. En base a ese resultado, el Gobierno ha revisado su estimación de desarrollo del 5,5% de principios de año, y ha manifestado que Bolivia crecería este año por encima de un 6%.
De igual manera, el FMI ha advertido recientemente que Bolivia se encontraría entre las tres economías de mayor progresión en la región. Para el país, una tasa de crecimiento por encima del 6% es considerada elevada, dada su tasa de PIB promedio de un 4,8% de los últimos cinco años.
Lo relevante, sin embargo, acerca de la relación del crecimiento económico y el bienestar de la población, es que no solo sea elevado, sino sostenido en el tiempo, sobretodo para economías como la nuestra, cuyo nivel de desarrollo, a pesar de los avances recientes, todavía es bajo.
Para que una economía crezca de manera elevada y sostenida en el tiempo, su fundamento debe ser la productividad de sus factores; es decir, ser capaz de producir cada vez más con menos o igual cantidad de insumos, pero productos innovadores, sofisticados y que absorban tecnología de vanguardia. Para que esto ocurra, los países que han logrado alcanzar elevados niveles de prosperidad lo han hecho mejorando la competitividad de todas las actividades económicas, invirtiendo en infraestructura productiva, salud para todos y de calidad, educación para la producción, mercados eficientes, y una institucionalidad amigable con los negocios, entre las más importantes. Lo que se observa en Bolivia es que el incremento económico está todavía muy ligado al sector extractivo y los excedentes que este genera.
Básicamente lo que ocurre es que los excedentes de las ventas de gas natural –extracción y transporte- una parte están siendo canalizados al consumo y la inversión a través del sistema financiero, otra a través de políticas redistributivas de parte del Estado, y debido al bajo stock de infraestructura pública y vivienda que tiene Bolivia, la construcción muestra el desarrollo que observamos.
El desafío es poder pasar de una progresión de base, todavía estrecha y dependiente de pocos productos, de bajo valor agregado y adjunto del contexto externo, a uno más bien ligado a la producción de productos industrializados, tecnológicamente avanzados, que genera beneficios para una base más amplia
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