En la actualidad, los grandes éxitos de las compañías, dependen de elementos que generan una diferenciación significativa, ofrecen un “algo más”, un “plus” o un “valor intrínseco”, que al vincularse con un buen producto, excelente diseño y un adecuado establecimiento de redes de distribución, originan campañas que sobresalen en el mercado y conquistan los objetivos planificados.
El marketing experimenta en los últimos años un enfoque que intenta explicar el valor intrínseco de la marca, la cual genera ciertas conexiones sentimentales, afectivas y neuronales en los clientes que escogen unas frente a otras y son fieles a ellas de por vida.
Estudios demuestran que la marca es una mezcla de atributos tangibles e intangibles, simbolizados por un logo y un nombre, que debidamente administrados son capaces de influenciar y generar un valor simbólico que alimenta el deseo por una determinada marca.
Debido a esto, la marca va más allá de ser un simple nombre, se convierte en un modelo de vivir, sentir y de relacionarse con el entorno, ya que la marca no sólo viste y posiciona al producto, sino también forma parte de la persona en toda su integridad, se acomoda a estándares de vida e irradia comportamientos basados en la seguridad, la autoestima, la aceptación a determinados grupos sociales y la búsqueda de la identidad personal.
La marca ya forma parte del mundo y de nuestras vidas, ha llegado a ser un elemento de importancia en la toma de decisiones por su valor estético, original y social, sirve como instrumento clave de diferenciación y provee elementos de satisfacción intangibles que son considerados como fuente de creación de valor para la persona y la compañía.
"Estudios demuestran que la marca es una mezcla de atributos tangibles e intangibles, simbolizados por un logo y un nombre, que son capaces de influenciar y generar un valor simbólico que alimenta el deseo por determinada marca"
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