lunes, 25 de mayo de 2015

¿Deflación en Bolivia?

Los datos de la variación negativa de los precios en marzo (0,49%) y abril (0,43%) de este año, medidos por el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INE, motivaron a algunos analistas a preocuparse por una posible deflación en la economía boliviana.
Conceptualmente, la deflación es lo opuesto a la inflación y se define como una caída prolongada y generalizada del nivel de precios. No es una disminución del precio en pocos bienes, sino de la mayoría de los componentes de la canasta familiar. Tampoco es una caída de una sola vez del nivel de precios sino en un periodo. Se consideran tres tipos de deflación: la buena, cuando surge por un shock positivo de oferta; la mala, cuando está asociada con recesión, y la fea, cuando la fuerte y prolongada declinación de precios está asociada con severas recesiones (IMF Research No 4).
Entre sus causas podrían encontrarse, a la inversa de la inflación -si se ha contraído la cantidad de dinero o la liquidez en la economía-, tasas de interés cercanas a cero o también si hay una contracción de la demanda agregada vía disminución del gasto tanto privado como público.
Según datos del Banco Central de Bolivia, los agregados monetarios o las distintas clases de dinero, desde el sentido más estricto, billetes y monedas en circulación en poder del público, más los depósitos a la vista, hasta el más amplio, depósitos en cajas de ahorro, a plazo y otros pasivos del sistema financiero con el sector privado, presentan tasas de crecimiento a 12 meses entre 9,2% y 19,5%, similares a las de 2014, cuando la inflación anual fue de 5,2%. Las tasas de interés monetaria y bancaria están lejanas de cero.
No tenemos datos de la demanda agregada, pero sí una ejecución de la inversión pública a abril, la cual es similar al año pasado y también se puede percibir que el gasto de las familias sigue la tendencia pasada. Tampoco tendríamos una deflación por disminución de costos debido a la caída de los salarios nominales o de los insumos. Por el contrario, como producto de las medidas aplicadas el 1 de mayo de este año, el impacto del aumento de los salarios nominales se verá recién en el nivel de precios especialmente en junio próximo.
Entonces ¿cómo se explica esas dos tasas negativas consecutivas en el índice de precios? Con base en el informe de Fundación Jubileo -que utiliza datos del INE-, el IPC de alimentos fue el que se contrajo en 2,2% en marzo y en 1,5% en abril; empero, tampoco se contrajeron todos los alimentos.
Según el INE hubo varios que subieron, pero entre los cinco cuyos precios cayeron más en marzo la culpa la tuvieron el tomate, con una incidencia en el IPC de 0,52% y la papa con 0,13%. Mientras que en abril los culpables fueron la papa, en forma reincidente, con una incidencia en el IPC de 0,18% y el pollo con 0,14%.
Si se excluyen los productos más volátiles, es decir la inflación subyacente, ésta disminuyó solamente en abril en 0,3%, con un acumulado de 3,58% en 12 meses.
A nivel internacional, el índice de precios de los alimentos de la FAO, que es una medida de la variación mensual de los precios internacionales de una canasta de cinco grupos de productos básicos: cereales, aceites vegetales, lácteos, carne y azúcar, se situó en abril de 2015 en un promedio de 171 puntos, un 19,2% por debajo de su nivel en abril de 2014, como se observa en el gráfico.
Los precios de los productos lácteos fueron los que más disminuyeron, aunque también bajaron los precios del azúcar, los cereales y los aceites vegetales. El promedio de abril ubica al índice de precios de los alimentos de la FAO en su nivel más bajo desde junio de 2010.
Con base en lo anterior, aunque está de moda la deflación en Europa, no es pertinente su caracterización para el caso boliviano, por la elevada incidencia de los alimentos en la canasta familiar, por la culpa de pocos productos que influyen en su comportamiento y, sobre todo, en un contexto de precios administrados y subsidiados -por lo que es previsible una recuperación del nivel de precios especialmente en junio-, por el impacto salarial y la posible suspensión del subsidio a la harina.
La coyuntura es propicia para quitar el subsidio a la harina (a los pobres panificadores), que cuesta un 0,4% del PIB, un monto superior a los bonos Juancito Pinto y Juana Azurduy, que representan el 0,3% del PIB.

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